martes, 26 de octubre de 2021
miércoles, 9 de noviembre de 2016
miércoles, 1 de junio de 2016
martes, 3 de junio de 2014
Cronopios y Famas de Cortazar
ACEFALIA
A un señor le cortaron la cabeza, pero como después estalló una
huelga y no pudieron enterrarlo, este señor tuvo que seguir viviendo sin cabeza
y arreglárselas bien o mal.
En seguida notó que cuatro de los cinco sentidos se le habían ido
con la cabeza. Dotado solamente de tacto, pero lleno de buena voluntad, el
señor se sentó en un banco de la plaza Lavalle y tocaba las hojas de los
árboles una por una, tratando de distinguirlas y nombrarlas. Así, al cabo de
varios días pudo tener la certeza de que había juntado sobre sus rodillas una
hoja de eucalipto, una de plátano, una de magnolia foscata y una piedrita
verde.
Cuando el señor advirtió que esto último era una piedra verde,
pasó un par de días muy perplejo. Piedra era correcto y posible, pero no verde.
Para probar imaginó que la piedra era roja, y en el mismo momento sintió como
una profunda repulsión, un rechazo de esa mentira flagrante, de una piedra roja
absolutamente falsa, ya que la piedra era por completo verde y en forma de
disco, muy dulce al tacto.
Cuando se dio cuenta de que además la piedra era dulce, el señor
pasó cierto tiempo atacado de gran sorpresa. Después optó por la alegría, lo
que siempre es preferible, pues se veía que, a semejanza de ciertos insectos
que regeneran sus partes cortadas, era capaz de sentir diversamente. Estimulado
por el hecho abandonó el banco de la plaza y bajó por la calle Libertad hasta
la Avenida de Mayo, donde como es sabido proliferan las frituras originadas en
los restaurantes españoles. Enterado de este detalle que le restituía un nuevo
sentido, el señor se encaminó vagamente hacia el este o hacia el oeste, pues de
eso no estaba seguro, y anduvo infatigable, esperando de un momento a otro oír
alguna cosa, ya que el oído era lo único que le faltaba. En efecto, veía un
cielo pálido como de amanecer, tocaba sus propias manos con dedos húmedos y
uñas que se hincaban en la piel, olía como a sudor y en la boca tenía gusto a
metal y a coñac. Sólo le faltaba oír, y justamente entonces oyó, y fue como un
recuerdo, porque lo que oía era otra vez las palabras del capellán de la
cárcel, palabras de consuelo y esperanza muy hermosas en sí, lástima que con
cierto aire de usadas, de dichas muchas veces, de gastadas a fuerza de sonar y
sonar.
HISTORIA
VERÍDICA
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido
terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los
cristales de anteojos cuestan muy caro, pero descubre con asombro que por
milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido y comprende
que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a
una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado
doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el
estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han
hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la
Providencia son inescrutables y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
TEMA
PARA UN TAPIZ
El general tiene sólo ochenta hombres, y el enemigo, cinco mil. En
su tienda el general blasfema y llora. Entonces escribe una proclama inspirada,
que palomas mensajeras derraman sobre el campamento enemigo. Doscientos
infantes se pasan al general. Sigue una escaramuza, que el general gana
fácilmente, y dos regimientos se pasan a su bando. Tres días después el enemigo
tiene sólo ochenta hombres y el general cinco mil. Entonces el general escribe
otra proclama, y setenta y nueve hombres se pasan a su bando. Sólo queda un
enemigo, rodeado por el ejército del general, que espera en silencio.
Transcurre la noche y el enemigo no se ha pasado a su bando. El general blasfema
y llora en su tienda. Al alba el enemigo desenvaina lentamente la espada y
avanza hacia la tienda del general. Entra y lo mira. El ejército del general se
desbanda. Sale el sol.
PROPIEDADES
DE UN SILLÓN
En casa del Jacinto hay un sillón para morirse.
Cuando la gente se pone vieja, un día la invitan a sentarse en el
sillón, que es un sillón como todos pero con una estrellita plateada en el
centro del respaldo. La persona invitada suspira, mueve un poco las manos como
si quisiera alejar la invitación y después va a sentarse en el sillón y se
muere.
Los chicos, siempre traviesos, se divierten en engañar a las
visitas en ausencia de la madre, y las invitan a sentarse en el sillón. Como
las visitas están enteradas, pero saben que de eso no se debe hablar, miran a
los chicos con gran confusión y se excusan con palabras que nunca se emplean
cuando se habla con los chicos, cosa que a éstos los regocija
extraordinariamente. Al final las visitas se valen de cualquier pretexto para
no sentarse, pero más tarde la madre se da cuenta de lo sucedido y a la hora de
acostarse hay palizas terribles. No por eso escarmientan, de cuando en cuando
consiguen engañar a alguna visita cándida y la hacen sentarse en el sillón. En
esos casos los padres disimulan, pues temen que los vecinos lleguen a enterarse
de las propiedades del sillón y vengan a pedirlo prestado para hacer sentar a
una u otra persona de su familia o amistad. Entre tanto los chicos van
creciendo y llega un día en que sin saber por qué dejan de interesarse por el
sillón y las visitas. Más bien evitan entrar en la sala, hacen un rodeo por el
patio, y los padres, que ya están muy viejos, cierran con llave la puerta de la
sala y miran atentamente a sus hijos como queriendo leer-su-pensamiento. Los
hijos desvían la mirada y dicen que ya es hora de comer o de acostarse. Por las
mañanas el padre se levanta el primero y va siempre a mirar si la puerta de la
sala sigue cerrada con llave, o si alguno de los hijos no ha abierto la puerta
para que se vea el sillón desde el comedor, porque la estrellita de plata
brilla hasta en la oscuridad y se la ve perfectamente desde cualquier parte del
comedor.
DISCURSO
DEL OSO
Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las
horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire
fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va
por los caños.
Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos,
incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en
piso resbalando por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la
muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del
segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche
ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea
para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las
calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de
estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después
con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.
Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo
contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de
las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de
protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta
en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones
donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de
lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz
alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las
mejillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.
PAÑUELOS
Un fama es muy rico y tiene sirvienta. Este fama usa un pañuelo y
lo tira al cesto de los papeles. Usa otro, y lo tira al cesto. Va tirando al
cesto todos los pañuelos usados. Cuando se le acaban, compra otra caja.
La sirvienta recoge los pañuelos y los guarda para ella. Como está
muy sorprendida por la conducta del fama, un día no puede contenerse y le
pregunta si verdaderamente los pañuelos son para tirar.
—Gran idiota —dice el fama—, no había que preguntar. Desde
ahora lavarás mis pañuelos y yo ahorraré dinero.
HISTORIA
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la
mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa
en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba
la llave de la puerta.
LA FOTO SALIÓ MOVIDA
Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en
el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces
este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave
encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de
golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que
encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el
piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero
lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas,
y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que
este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el
espejo está algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus
presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus
manecitas no sabe para qué. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también
las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su
desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber,
no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de
Samuel Smiles.
HAGA
COMO SI ESTUVIERA EN SU CASA
Una esperanza se hizo una casa y le puso una baldosa que decía: Bienvenidos
los que llegan a este hogar.
Un fama se hizo una casa y no le puso mayormente baldosas.
Un cronopio se hizo una casa y siguiendo la costumbre puso en el
porche diversas baldosas que compró o hizo fabricar. Las baldosas estaban
colocadas de manera que se las pudiera leer en orden. La primera decía: Bienvenidos
los que llegan a este hogar. La segunda decía: La casa es chica, pero el
corazón es grande. La tercera decía: La presencia del huésped es suave
como el césped. La cuarta decía: Somos pobres de verdad, pero no de
voluntad. La quinta decía: Este cartel anula todos los anteriores. Rajá,
perro.
TERAPIAS
Un cronopio se recibe de médico y abre un consultorio en la calle
Santiago del Estero. En seguida viene un enfermo y le cuenta cómo hay cosas que
le duelen y cómo de noche no duerme y de día no come.
—Compre un gran ramo de rosas —dice el cronopio.
El enfermo se retira sorprendido, pero compra el ramo y se cura
instantáneamente. Lleno de gratitud acude al cronopio, y además de pagarle le
obsequia, fino testimonio, un hermoso ramo de rosas. Apenas se ha ido el
cronopio cae enfermo, le duele por todos lados, de noche no duerme y de día no
come.
EDUCACIÓN
DE PRÍNCIPE
Los cronopios no tienen casi nunca hijos, pero si los tienen
pierden la cabeza y ocurren cosas extraordinarias. Por ejemplo, un cronopio
tiene un hijo, y en seguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo
es el pararrayos de la hermosura y que por su venas corre la química completa
con aquí y allá islas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo. Entonces
este cronopio no puede ver a su hijo sin inclinarse profundamente ante él y
decirle palabras de respetuoso homenaje.
El hijo, como es natural, lo odia minuciosamente. Cuando entra en
la edad escolar, su padre lo inscribe en primero inferior y el niño está
contento entre otros pequeños cronopios, famas y esperanzas. Pero se va
desmejorando a medida que se acerca el mediodía, porque sabe que a la salida lo
estará esperando su padre, quien al verlo levantará las manos y dirá diversas
cosas, a saber:
—Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y
más arrebolado, el más prolijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos!
Con lo cual los famas y las esperanzas júnior se retuercen de risa
en el cordón de la vereda, y el pequeño cronopio odia empecinadamente a su
padre y acabará siempre por hacerle una mala jugada entre la primera comunión y
el servicio militar. Pero los cronopios no sufren demasiado con eso, porque
también ellos odiaban a sus padres, y hasta parecería que ese odio es otro
nombre de la libertad o del vasto mundo.
sábado, 3 de agosto de 2013
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